domingo, 15 de diciembre de 2013

Vainilla y humo.



De vez en cuando te encuentras con alguien iridiscente y, cuando lo haces, nunca nadie se va a poder comparar con esa persona. 

Mayo


Su nombre era Alaska Decany.

No Alaska como el lugar o ni siquiera como el seudónimo de esa cantante de los ochenta. No, solo Alaska, como muy bien ella diría.
Perfectamente normal, Alaska Decany era una vivaz joven de dieciocho años continuamente balanceando sus Toms sin importar donde estuviese sentada. Era, simplemente, un desorden de cabello rubio y brazos delgados.

Eric Campbell aún recuerda ese domingo lluvioso de Mayo en el que la vio por primera vez en ese bar a las afueras de Londres. Ella llevaba unos tejanos negros con una mancha violeta en el tobillo y él sigue preguntándose si el diseñador la puso allí por amor al arte o fue obra de la propia Alaska.
Para él, ella era solo una más. Del tipo de las que viaja con su grupo de amigas, riendo ruidosamente mientras algún que otro chico les ofrecía un Martini.

Ella estaba junto a él en el bar, en busca de otra copa, cuando pronunció sus primeras palabras para Alaska Decany.

"Así que..." Empezó, sabiendo que no diría mucho si no estaba ebrio. "Vienes por aquí a menudo"

Ella se volvió a mirarlo, sus ojos gélidamente azules mirando directamente a los marrones del chico mientras una sonrisa burlona se formaba en sus labios. Normalmente, las chicas se desmayaban con sus palabras, por muy cursis que fuesen. Por lo general, se lanzaban a sus brazos mientras babeaban por cada uno se sus huesos. De una forma u otra, Eric Campbell conseguía lo que quería.
Para su gran sorpresa, esa chica que tenía en frente de él en ese momento no hizo nada de eso. En cambio, solo resopló.

Un resoplo no era nada atractivo. Era algo que nunca había visto de una chica antes, sobre todo de una con su apariencia. Ella se echó a reír, con una risa ruidosa pero agradable. Al hacerlo, echó ligeramente la cabeza hacia atrás , lo que permitió que sus largas ondas rubias cayesen por su espalda como una cascada dorada.
Las cejas de él se levantaron mientras que las de ella se fruncieron. Se acercó al chico un poco más, sin que la sonrisa desapareciese de su rostro.

Ella olía a vainilla y humo.

"¿Usas esa frase para ligar a menudo?" Bromeó, su voz era áspera pero suave y sus ojos brillaban con humor.

Una sonrisa cruzó sus labios mientras la miraba. Su confianza le irritaba.

"¿Vas a un bar a las afueras de Londres sola?" Levantó una ceja con aires de suficiencia. Él pensó que la había atrapado en su propio juego. Casi sintiéndose como si hubiese atrapado una mariposa en un tarro de cristal.
Su satisfacción no duró demasiado ya que la rubia frunció aún más el ceño. La sonrisa descarada volvió a cruzar su rostro. Era desconcertante y, de alguna manera, irritante.

"Podría preguntarte lo mismo." 

Touché, quiso decir, pero en su lugar se llevó la botella de cerveza de nuevo a sus labios. En lugar de alejarse de él, se sorprendió al ver que esa extraña rubia acercaba un taburete a su lado. Ella no habló, ni una palabra. En cambio, esperó por su copa y bebió un sorbo de ella. Aunque esa noche él no lo sabía, una chispa de esperanza empezó a brillar en el pecho del joven Eric Campbell.

"Soy Alaska" Dijo al cabo de un momento. Él la miró para encontrarla jugando con el borde de la copa con su dedo índice. Marcando círculos alrededor y alrededor hasta que esos ojos invernales se encontraron con los del chico.

"Alaska como..."

"No. Solo Alaska."





¡Hola! ¡Quedan 10 días para Navidad, dulce Navidad! Da, solo quería decir eso ^^. Estoy preparando una novela novelita :). Estoy muy emocionada con ello y espero que os guste. El dibujo que sale en esta entrada lo he dibujado yo, por las dudas. 

Bueno, un besoooo :3

You don't need a reason for doing everything in your life.
Do it because you want to.
Because it's fun. Because it makes you happy. 


Annie.



jueves, 5 de diciembre de 2013

Las agujas solo giran hacia la derecha una vez


¿No te has sentido alguna vez como si el tiempo se te tirase encimas?

Sin sentido alguno, yo llevo sintiéndome así todos estos días. Siento como... como que las horas, los minutos se me pasan a la velocidad de la luz y que las cosas, ya sean buenas o no tan buenas; pues me siento incapaz de decir males, suceden demasiado rápido.

Últimamente siento una presión en el pecho cada vez que pienso en el tiempo. Cada vez que me doy más cuenta de que mi vida sigue una asquerosa rutina sin fin. Dando vueltas y vueltas sin llegar a ninguna parte.

Me paso los días esperando el fin de semana y, cuando llega, me doy cuenta de que en dos días la historia se volverá a repetir.

Me estoy cansando de encontrarme cayendo en un pozo sin fondo.

Y cuando me llega un momento de paz no se me ocurre otra cosa que mirar al reloj. Y el reloj me recuerda lo que debo hacer que no he hecho.

Me demuestra que sus agujas solo giran hacia la derecha una vez. Porque el segundo que estás viviendo ahora no va a volver. Porque nunca más será jueves 5 de diciembre de 2013 a las 22:52. Porque nunca serás mas joven de lo que eres ahora. Ni más de lo que lo eres un segundo atrás.

Es gracias a este constante malestar que me estoy dando cuenta de que no valoro mi vida lo suficiente. Que todo lo que hago lo hago por alguien, para alguien o gracias a alguien. ¿Alguna vez hice algo sin influencia de otra cosa? Incluso este escrito debe tener un fondo, aunque ahora no sea capaz de verlo.

El tiempo nos golpea a diario y pocas veces somos capaces de asimilarlo. Hasta que llega un día en el que te sientes feliz, realizada y, cuando te das cuenta de que siguen en tu interior malos recuerdos, ya estás hecha un ovillo en el suelo deseando ser una piedra y no sentir nada.

No digo que la felicidad no exista. Siempre esta ahí. Pero es corta y momentánea. A veces incluso la pasamos por alto, ¿no?

Escuchar esa canción que esperabas con ansias o oler las paginas de ese libro que esperabas leer de un momento a otro. Son cosas que te demuestran que la felicidad puede existir.

Pero el tiempo... ah, el tiempo. Mala hierba nunca muere, buen reloj nunca se detiene.

El frenético tic tac me condiciona la libertad de hacer lo que quiera. Pero no en el sentido rebelde. En hecho de poder detener un momento o rebobinar un recuerdo. Me pone nerviosa y siento que muero lentamente.

¿Es todo culpa del tiempo? Puede que no. Puede que yo también sea la culpable de no aprovecharlo.

Pero, si me buscas, estoy sentada junto a la angustia.