¿No te has sentido alguna vez como si el tiempo se te tirase
encimas?
Sin sentido alguno, yo llevo sintiéndome así todos estos días.
Siento como... como que las horas, los minutos se me pasan a la velocidad de la
luz y que las cosas, ya sean buenas o no tan buenas; pues me siento incapaz de
decir males, suceden demasiado rápido.
Últimamente siento una presión en el pecho cada vez que
pienso en el tiempo. Cada vez que me doy más cuenta de que mi vida sigue una
asquerosa rutina sin fin. Dando vueltas y vueltas sin llegar a ninguna parte.
Me paso los días esperando el fin de semana y, cuando llega,
me doy cuenta de que en dos días la historia se volverá a repetir.
Me estoy cansando de encontrarme cayendo en un pozo sin
fondo.
Y cuando me llega un momento de paz no se me ocurre otra
cosa que mirar al reloj. Y el reloj me recuerda lo que debo hacer que no he
hecho.
Me demuestra que sus agujas solo giran hacia la derecha una
vez. Porque el segundo que estás viviendo ahora no va a volver. Porque nunca
más será jueves 5 de diciembre de 2013 a las 22:52. Porque nunca serás mas
joven de lo que eres ahora. Ni más de lo que lo eres un segundo atrás.
Es gracias a este constante malestar que me estoy dando
cuenta de que no valoro mi vida lo suficiente. Que todo lo que hago lo hago por
alguien, para alguien o gracias a alguien. ¿Alguna vez hice algo sin influencia
de otra cosa? Incluso este escrito debe tener un fondo, aunque ahora no sea
capaz de verlo.
El tiempo nos golpea a diario y pocas veces somos capaces de
asimilarlo. Hasta que llega un día en el que te sientes feliz, realizada y,
cuando te das cuenta de que siguen en tu interior malos recuerdos, ya estás
hecha un ovillo en el suelo deseando ser una piedra y no sentir nada.
No digo que la felicidad no exista. Siempre esta ahí. Pero
es corta y momentánea. A veces incluso la pasamos por alto, ¿no?
Escuchar esa canción que esperabas con ansias o oler las
paginas de ese libro que esperabas leer de un momento a otro. Son cosas que te
demuestran que la felicidad puede existir.
Pero el tiempo... ah, el tiempo. Mala hierba nunca muere,
buen reloj nunca se detiene.
El frenético tic tac me
condiciona la libertad de hacer lo que quiera. Pero no en el sentido rebelde.
En hecho de poder detener un momento o rebobinar un recuerdo. Me pone nerviosa
y siento que muero lentamente.
¿Es todo culpa del tiempo? Puede que no. Puede que yo
también sea la culpable de no aprovecharlo.
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