domingo, 30 de marzo de 2014

Cigarrillos. (Vainilla y humo 6)



El adiós más doloroso es aquel que no sucedió.


Junio


Él quería recorrer sus dedos a lo largo de la columna vertebral de ella. Quería sentir su suave piel bajo su holgada camiseta. Quería trazar el contorno de sus costillas y sentir el ritmo de su corazón.

Eric Campbell yacía silenciosamente en su cama, mirando la encarando la espalda de Alaska Decany mientras ella miraba hacía otro lado.

Él la había dejado pasar la noche en su casa. Eso había sido diferente. Bueno, ella era diferente.

Le había dado su vieja camiseta de The Rolling Stones, solo para hacerla sonreír. Él sabía que ella adoraba a esa banda. Ella le dijo que no tenía que dormir en el sofá, que quería que durmiese ahí en la cama, a su lado. Lo quería con ella e incluso Eric Campbell, el rompecorazones del año, sintió a esas malditas mariposas revolotear en su estomago cuando oyó sus palabras.

Así que ahí estaba, tumbado junto a la chica más hermosa que había visto nunca. Había decidido darle ese título cuando la miraba desde la puerta del cuarto de baño mientras ella se lavaba la cara.

Su maquillaje se había ido por el desagüe mientras ella se secaba el rostro con una toalla y se giraba hacía él para regalarle una pequeña sonrisa. Parecía más joven. Más ingenua, inocente. Una Alaska Decany que nunca había visto antes, pero a la que quería conocer.

Dios, por supuesto que quería.

Sus gélidos ojos azules le sonrieron  y él notó un pequeño brillo en sus mejillas.

“¿Estás seguro que puedo quedarme esta noche?” Le había preguntado ella. Él asintió con la cabeza, tragándose ese desagradable nudo que se había formado en su garganta antes de contestarle.

“Sí, por supuesto. Matt se queda en casa de su novia esta noche así que no va a venir a casa”

Y así se había subido a la cama, llevando solo unos tejanos cortos y su maldita camiseta de los Rolling. Una camiseta que la hacía 10 veces más menuda de lo que realmente era.

“¿Eric?”

Fue su voz tranquila pero áspera lo que lo sacó de la ensoñación que sentía al tenerla ahí tumbada a su lado. Su voz, cortando el silencio como un chuchillo, lo había despertado.

Él tuvo que aclararse la garganta antes de responder, sintiéndola espesa por el sueño.

“Uh, ¿sí, Alaska?” Contestó.

Un segundo después ella se dio la vuelta en la cama, ya no hecha un ovillo. En cambio, ahora se encontraba frente a él. Su mano estaba metida bajo la mejilla que se apoyaba en la almohada. Él estaba tumbado sobre su espalda, pero con la cabeza girada y mirándola a ella.

“Gracias por dejar que me quede.” Ella casi susurró. Su respiración se notaba  suave contra el rostro de Eric. Se preguntó si ella se había dado la vuelta solamente para eso, solo para darle las gracias, o si había algo más que ella quisiese decirle.

“De nada, Alaska.”

Tras un minuto de silencio, ella habló de nuevo.

“Gracias por arriesgarte con la chica rara del bar.”

Él imaginó que ella debía estar sonriendo, pero en la oscuridad no podía estar seguro de eso. Se preguntó si ella quiso hacerlo ver como una broma, pero había una especie de sinceridad en sus palabras que le hizo ver que no estaba bromeando. Eran palabras tristes.

“Gracias por arriesgarte con Eric Campbell.” Susurró de vuelta y, para su alivio, ella se echó a reír

Su risa era como una campana, que llenaba todo el dormitorio. Imaginó su risa como una luz que podría encender toda la oscura habitación sin esfuerzo alguno. Era una risa hermosa, como pocas en este mundo. En ese momento, él se prometió a si mismo que nunca olvidaría su risa. Sin importar lo que pasara, no lo haría.

Y hasta el día de hoy, él aún se agarra a esa promesa.

Ella le miró y el supo que una sonrisa estaba aún proyectada en su rostro, dejando una pequeña arruguita al final de sus ojos y un ligero hoyuelo en su mentón.

“No me arriesgué con Eric Campbell.” Ella sonrió suavemente, haciendo que las cejas de él se fruncieran ligeramente hasta que continuó. “Me arriesgué con Eric del bar.”

Y con eso, él no pudo evitar que saliese su propia sonrisa así como tampoco pudo retener el hecho de que su corazón empezase a revolotear alrededor de su pecho. No pudo evitar el sonido de una vocecita en su cabeza diciéndole que debía parar de actuar como una maldita niña de dieciséis años.

Hubo un silencio que llenó la sala pero que no duró.

“Eric…” Ella dijo su nombre como una exhalación, aun sin aire por culpa de la risa. “Quiero que me beses.”

Y así lo hizo.

 No hubo vacilación, ningún momento de curiosidad o confusión. Eric estaba demasiado acostumbrado a verle un segundo sentido a las cosas o a pensar demasiado sobre una situación. Pero, en cuanto a lo relacionado a Alaska, se dio cuenta de que no había sido necesario que se lo dijesen dos veces.

Él encontró sus labios en la oscuridad. Eran suaves, justo como él había imaginado. Sabían débilmente a vainilla y humo de cigarrillos, algo que lo hacía todo muy Alaska. Llevó una mano a su mejilla y con la otra le empujó el cabello rubio de la cara mientras la abrazaba.

No fue demasiado loco pero tampoco ingenuo. La tocó como si quisiera que cada una de sus huellas quedasen marcadas en la piel de ella. Quería recorrer su espalda y tocar las pecas alrededor se su pequeña nariz. Él quería darle besos en todo el rostro pero, de un momento al otro, él sintió como el beso llegaba a su fin.

Y tan rápido como había sucedido, ella se apartó y todo se acabó. Fue llevado de vuelta a su dormitorio oscuro, con la frente pegada a la de Alaska Decany mientras trataba de recuperar el aliento.

“Espero…” Ella empezó, tratando de respirar con normalidad mientras hablaba. “Espero que encuentres lo que andas buscando Eric Campbell.”

Y con eso, ella se apartó y le dio la espalda una vez más mientras la habitación se llenaba de silencio de nuevo. Era un silencio que lo ensordecía. La única cosa que podía oír era su acelerado corazón latiendo dolorosamente en su pecho. Las palabras de ella corrieron por su mente mientras él yacía al lado de ella, con la vista de una espalda cubierta por una camiseta de hombre.

Espero que encuentres lo que andas buscando.

Espero que encuentres lo que andas buscando.

Él no pronunció palabra durante el resto de la noche, porque sabía que ella había hablado suficiente por ambos. No le hacía falta una explicación sobre lo que acababa de suceder o sobre lo que sucedería mañana. En algún lugar en la trastienda de su mente, él ya lo sabía.

Él sabía que cuando se él se despertase, ella se habría ido. Fuese a volverla a ver o no, por la mañana no estaría. Hubo un cierre en sus palabras, una forma de despedirse para ella.

Era la forma de despedirse de Alaska Decany.

Porque quizás “adiós para siempre” era jodidamente demasiado mainstream para ella.

Así que los dos yacieron uno al lado del otro en silencio mientras Eric Campbell cerraba sus ojos y dejaba que el sueño se lo llevase, sabiendo que por la mañana, él se despertaría con un nuevo día y un nuevo vacío en su cama.









Saying someone can't be sad
because someone else may have it worse
is just like saying
someone can't be happy
because someone else may have it better.


Annie.



miércoles, 26 de marzo de 2014

Halago. (Vainilla y humo 5)





Una mujer conoce al hombre al que ama como un marinero conoce el mar abierto.


Junio


“Te he hecho algo.” Dijo ella una noche en la que la había vuelto a traer a su apartamento. Estaban acurrucados en las profundidades de su blandito sofá de cuero y veían programas de televisión sin sentido a las 2 de la mañana.

Ambos habían caído en una rutina familiar, donde se encontraban entre sí en la multitud de aquel bar y, finalmente, acababan cogiendo un taxi hacia el apartamento de Eric, solo para ver televisión sin significado hasta que llegaba el amanecer y el sol empezaba a brillar a través de la enorme ventana de la sala de estar.

Se había convertido en una amistad de confianza.

Eric enarcó sus cejas, tomando el último trago de su cerveza antes de colocar la ahora vacía botella sobre la pequeña mesita de café.

“¿En serio?” Preguntó, sonando genuinamente sorprendido. “¿Qué celebramos?”

Sus labios se torcieron en una pequeña sonrisa traviesa mientras acercaba sus rodillas a su pecho y enterrando los dedos de sus pies en el borde del diván. Cogió su bolso de la mesilla de café y él la observó mientras ella rebuscaba en el interior antes de sacar lo que parecía ser un CD.

“Esto.” Ella se lo entregó a él con una tímida sonrisa en sus labios rosa pálido.

Eric arqueó una ceja. Era un CD en blanco, sin nada escrito en él.  Pura confusión fue lo que sintió al cogerlo de la mano que ella le tendía, haciéndolo girar alrededor de sus manos antes de volverla a mirar a ella.

“¿Qué es?” Le preguntó.

Una risa débil se escapó de sus labios mientras le sonreía. “Yo… hum… Bueno, yo te he hecho un CD.”

Un largo y arrastrado “Aw” se deslizó por la boca de él mientras ella enterraba su rostro en sus rodillas. Él rió, inclinándose hacia ella para rizar un mechón de su desordenado cabello rubio.

“Wow, Alaska. Después de conseguir que vengas conmigo a casa durante todas estas noches, ahora me das regalos. Debo ser bueno.”

Él se echó a reír cuando ella frunció el ceño y le golpeó juguetonamente en el brazo, gruñendo. “¡No es un regalo!” Resopló ella. Sus mejillas estaban un poco sonrojadas y él no sabía si se sentía avergonzada o no. O si simplemente estaba nerviosa. Él no podía saberlo, simplemente porque Alaska Decany no era del tipo de chica que se avergüenza por una cosa así.

“Entonces, ¿para que es?” Se preguntó él por curiosidad. Eric planchó sus tejanos lentamente con las manos antes de levantarse del sillón y cruzar la sala de estar dirigiéndose al televisor. Apagó el programa de actualidad que se veía en la pantalla y encendió su equipo de música estéreo.

“No lo sé.” Ella se encogió de hombros. “ Supuse que teníamos el mismo gusto por la música.”

Eric se rió, colocando el CD en la ranura y presionando play.

“¿Y porque asumió eso, señorita Decany?” La molestó él. Miro de nuevo hacia la chica, donde ella se veía infinitamente pequeña,  acurrucada en su sofá mientras las luces de Londres a las 2 am brillaban a través de la ventana situada tras ella. Alaska le dedicó una sonrisa torcida y encogió sus delgados hombros.

“No creo que seas de los que escuchan el Top 100 de ITunes como todo el mundo piensa.”

Eso podría no haber sido un cumplido. Demonios, probablemente no había querido decir nada con ese comentario, en absoluto. Tal vez ella simplemente lo había pensado, había pensado que tenían el mismo gusto por la música y le había dado algún viejo CD que tenía por casa. Aunque no sabía la razón, el corazón de Eric no pudo evitar palpitar fuertemente en su pecho en ese momento.

Esa no era ella diciéndole que tenía una gran voz o un buen cuerpo. Ella no le estaba diciendo que había sido muy gracioso durante su conversación o que tenía una bonita personalidad.

Esa era ella, después de pasar algunas noches en un lúgubre bar a las afueras de Londres, dándose cuenta de que él no era como todo el resto del mundo lo hacia ver y eso fue un halago que él nunca se hubiese cansado de oír.

“¿Tu crees?” Pregunto él, sonando un tanto serio.

Una pequeña melodía empezó a llenar la sala a través de los caros altavoces de él mientras la voz de Paul McCartney se colaba por todos los rincones del apartamento. Incluso estando en un cuarto bastante oscuro, él pudo distinguir la tenue sonrisa que se había formado en el rostro de Alaska.

“Eres demasiado condenadamente hipster para la música beep bop, Eric.” Ella respondió y él no pudo evitar reír. Antes de darse cuenta siquiera, él ya había cruzado la habitación de nuevo y, sin saber si esto la había tomado a ella por sorpresa o no, él sabia que debía hacerlo. Se agachó, agarrando la mano de ella antes de que tuviese tiempo de apartarse de él.

“Eric, que…” Pero antes de que pudiese decir nada, él la hizo callar y la ayudó a levantarse. Él no la dejó decir nada mientras sostenía su mano y dejó que su otro brazo se posase en su cadera.

“Eric, ¿se te ha ido la olla?” Ella se rió en el momento en el que se dio cuenta de lo que él estaba haciendo.  El sonido de la guitarra y la voz melodiosa de Paul McCartney llenaban el apartamento oscuro mientras Eric se balanceaba hacia los lados, con los ojos clavados en los azules de ella.

“¿Quieres callarte de una puta vez y simplemente bailar conmigo, Alaska?”

Ella se echó a reír, pero lo hizo.

Bailó con él.

Y eran las dos de la mañana en una noche lluviosa en Londres y en vez de estar con el resto de la banda, haciendo lo que los medios de comunicación esperaban que hiciese – es decir, bailar en clubes, besando a chicas y emborracharse mientras sonaba una canción de Skrillex – Eric Campbell estaba bailando al son de Hey Jude de The Beatles en un apartamento vacío con una chica que había conocido al ordenar una bebida en un bar.

Una chica que, él estaba convencido de que en dos días, ya había empezado a cambiar su vida.








It took me fourteen years
to understand
what they meant
when they said
that monsters don't live
Under beds.


Annie.


jueves, 13 de marzo de 2014

Make art, not war.


"Don't think about making art, just get it done. 
Let everyone decide if it's good or bad, if they love it or hate it. 
While they are deciding, make even more art" 
-Andy Warhol






Estos dibujos són obra mía. Si quieres usarlos para algo puedes hacerlo, dando crédito siempre. Sé original y no copies.



I am an artist.
This means I live in a perverse fantasy world with unrealistic expectations.
Thank you for understanding.


Annie.


martes, 4 de marzo de 2014

Declaración.




You've got a friend in me 
You got troubles and I got 'em too 
There isn't anything I wouldn't do for you


 Queridas Courtney y Genevieve,


Ni siquiera se como empezar esta carta, cosa rara pues hablo con vosotras a  todas horas. Pero que le voy a hacer, la cosa es así. Yo soy así. Debo admitir que cuando entré en todo esto de los blogs quise tener amigas a través de ello. Pero jamás pensé que podría llegar a unirme tanto a gente que, desgraciadamente, tengo tan lejos. Una está a la otra punta del país y la otra, cruzando el Atlántico.


Ni pizca de gracia, me hace.


Pero bueno, no cambiaría esas conversaciones por nada del mundo. Creo que hasta tenemos un horario establecido, cosa graciosa. Por primera vez no quiero irme a dormir por hablar con vosotras.


Tenéis que sentiros orgullosas, sí.


Nunca he encontrado a gente que tenga los gustos tan parecidos a los míos como vosotras.

En definitiva, nunca encontraré a alguien como vosotras.

Es curioso como me río cuando conversamos.
Con los delirios de cada una nos compensamos, aunque suene raro.

Cuando nos coge la vena de Peter Pan y nos ponemos a recordar nuestro pasado.
Cuando soñamos con ser princesas Barbie (eso sonaba mejor en mi mente).
Cuando lloramos juntas por malditos libros bien escritos.
Y cuando planeamos matar a sus escritores.
Cuando nos llamamos raras como cumplido.
Cuando aprendemos sobre las otras.
Cuando nos ponemos apodos ridículamente identificatorios.
Cuando leemos lo que escribimos.
Cuando cantamos.
 

Resumiendo, cuando somos lechugas y nos gusta.
 

Sois unas de las personas que más aprecio. Os he contado muchas cosas y lo mismo habéis hecho vosotras.
Y me gustaría nunca en la vida perderos.
Se supone que por una vez soy la mayor de las tres y de verdad que no me siento de esa manera. Pues juntas somos algo mágico que no cambiaría por nada.
Por un lado tengo a Courtney, mi pequeña y adorable swiftie. Me has enseñado a creer que, de alguna manera podemos no crecer. Al menos en el corazón. Me alegro de que me hayas escuchado cuando lo he necesitado. Y que te hayas vuelto loca cantando (figurativamente) mientras estaba en Amsterdam. Estaba cansada a la vuelta y cuando vi tus mensajes… simplemente me alegraste la noche. Siempre estás ahí para recordarme que debemos ser fuertes y para decirme las mejores cosas de la historia. (oh my, te quiero) Al principio parecías un poco precavida pero te pillé. Estás tan o más loca que nosotras, lechuga. Eres un amor y cantas como los ángeles.
Y también tengo a Genevieve, mi loca y pasional bailarina. Me has enseñado a que bailar es algo único y profundo. Y que nunca debo menospreciar esos sentimientos. Me enorgullece saber que estuviste ahí, ya desde hace bastante tiempo, no? Es curioso como pasan las cosas, sino que nos lo digan a nosotras: ¿cierto, scorpio? Te he ido conociendo pasito a pasito y me alegro de saber que en casi la otra punta del mundo y con el reloj atrasado (desde mi punto de vista) tengo a una amiga especial. Si lechuga, nos engañaron a las dos pero gracias a ellas ahora nos conocemos como lo hacemos. Me encantan tus rizos locos y cantas como los ángeles.
Lo sé, no soy original, pero es que no tengo otra descripción que se asemeje a vuestras voces, lechuguitas.

¿Que haría sin vosotras?

Pues, seguir mi vida. Eso si, podéis estar seguras de que seria como el doble (elevado a infinito) de aburrida.

Y, como una vez cantó Randy Newman, puede que otros sean un poco más listos que yo, más grandes o más fuertes quizás. Pero nadie (repito: nadie) os querrá de la misma manera que yo.


Porque cada tipo de amor y de cariño es único y distinto.
(Oh, ezo rima. Zoy poeta)


Gracias Fearless, por tus explosiones de genialidad.
Gracias Wildwood, por tus ataques de perfección.


Gracias Lechugas, por hacer de este sitio un lugar un poquito más bonito.


 Sinceramente,
 



Annie


 PD: Lechuga?


And as the years go by 
Our friendship will never die 
You're gonna see it's our destiny 
You've got a friend in me