No había nadie. Y todo se podía perder si las cosas se separaban. Como las rectas que se cruzan una vez en un punto y luego siguen caminos distintos. Para no volverse a encontrar. Jamás.
Julio
Los médicos finalmente le dejaron entrar. Le
hablaron con lo que parecían acertijos que en aquél momento no podía entender.
Maldito vocabulario científico. Palabras mayores llenaron su cabeza siendo
arrojadas por listillos de bata blanca. Le pareció escuchar algo sobre un
lavado de estómago, la suerte que tenía de estar viva y el hecho de que no
habían encontrado a nadie más para llamar que no fuese él. Pero simplemente le
pareció oír eso pues la mente de Eric estaba a millas de distancia. Todo lo que
realmente quería hacer era ver a aquella chia loca a la que hacía llamar amiga.
Recuerda discutir con ella al segundo de
entrar en la habitación de hospital.
“Te lo diré y me odiarás, y no podría
soportar que me odiases.” La voz de ella se había resquebrajado al decir esas
palabras. Él sintió que sus puños se apretaban mientras la miraba fijamente.
Ella parecía más joven pero más rota. Como si
alguien la hubiese dejado caer desde una altura terrible y ella simplemente se
hubiese destrozado al impactar contra el suelo. Sus ojos tenían bolsas debajo
de ellos y se veía más delgada. Bien no estaba, desde luego.
“Dime, Alaska.” Exhaló bruscamente, cerrando
los ojos al hablar. “Dime porque ahora creo que ya te odio.”
Y con sus palabras, la oyó sollozar.
Levantó sus párpados para encontrar un par de
lagrimas que trataban de ser controladas
en los ojos de ella mientras jugueteaba con sus dedos. Su corazón empezó
a dolerle en el pecho.
“Cuando tenía dieciséis años me hice una
promesa a mi misma.” Ella comenzó y él sabía que no sería capaz de pararse a
escuchar todo ese asunto sin perder la cabeza. Simplemente lo sabía, por la
expresión en el delicado rostro de ella.
Eric se sentó en un sillón de cuero junto a
la cama, inclinándose hacia atrás de modo que su cabeza descansase sobre la
pared.
“Me dije a mi misma que cumpliría una lista
de cosas que quisiese hacer antes de suicidarme.” Ella tragó saliva
ruidosamente mientras el interior de Eric se congelaba. Se sintió enfermo.
“¿Recuerdas que te dije que viví en África
por un tiempo? ¿Y que monte en camello en una playa de Turquía? ¿Y que…”
“¿Has hecho todo eso por una lista?” Le escupió él, interrumpiéndola
a mitad de su historia. Los ojos de ella se abrieron enormemente durante una
fracción de segundo mientras él la miraba. Él estaba incrédulo, en un estado de
shock con la boca abierta y sus ojos a punto de salirse de sus orbitas. “Crees
que esto es una especie de juego?”
Gruñó.
Era la primera vez que la había visto tan
inocente y frágil. Ella se estremeció ante sus palabras, como si la hubiesen
asustado. Y él esperaba que fuese verdad, él realmente lo esperaba, sintiendo
como la ira hervía bajo su piel.
“No, yo sólo..”
No podía seguir escuchándola. No quería saber
más. No quería saber que ella había planeado escapar de si misma tras completar
una especie de lista de la compra de cosas que eran insignificantes si lo que
haría después seria suicidarse. Su corazón latía dolorosamente en su pecho
mientras se levantaba de su asiento.
“No puedes jugar a juegos como este, Alaska.”
Gruñó. “No puedes usar a las personas para completar esa jodida lista retorcida
tuya. Porque eso es lo que es, ¿no?” Rugió furioso. “¿Cuál era la número 9?
¿Eh? ¿Besar a Eric Campbell? ¿hacer que una estrella del pop de enamorara de ti
para luego rasgar su corazón con 10 pastillas?”
Él no se dio cuenta de que sus propios ojos
se habían llenado de lágrimas hasta que ya no podía verla. Su visión era
borrosa por su culpa.
Ella se quedó en silencio por un momento.
Toda la sala se quedó en silencio mientras él trataba de recuperar el aliento.
“Tu…” Ella empezó a hablar. Estaba mirando
nerviosamente hacia sus manos, enredadas entre ellas en su regazo. “Tu… ¿Tu me amas?”
Él apenas se había dado cuenta de lo que
decía pero ahí estaba, en campo abierto. Era algo que llevaba sabiendo desde
hacia algún tiempo, no importaba si tan solo hacia unos pocos meses que se
conocían. Él la amaba. Estaba seguro de ello porque con Alaska no existían las
dudas, ¿verdad? Él no tuvo que reconsiderar nada cuando ella le pregunto esa
maldita pregunta.
No se lo pensó dos veces.
“Sí.”
Fue corto y seguro y con toda la seriedad y
sinceridad que pudo reunir. Él habló e hizo que ella diese un respingo por tan
contundente respuesta.
Ella no hablaba, por lo que él vio caer las
palabras de su boca antes de que su mente pudiese detenerlas.
“No significa nada si te vas a ir a la mierda
de todos modos, ¿cierto?”
Sus gélidos ojos azules se elevaron para
encontrarse con los de él, y en ese momento él supo que tenía que marcharse.
Había tenido suficiente de sus juegos , de sus farsas. No quería ser una jodida
pieza más en su puzle. Él no era el chico en las portadas de las revistas y
ella no era la que escribía los artículos. Se suponía que ella lo conocía
mejor, se suponía que ella conocía a Eric, simplemente el chico del bar. Y se
preguntó si había sido justo eso lo que había roto su corazón más aún.
Así que antes de que pudiese cambiar de
opinión, se dio la vuelta y se fue.
Salió del hospital ese día, dejando a Alaska
Decany atrás.
(Entrada número 50 yaaay)
Do not let
your circumstances
define you.
Do not let
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