martes, 1 de abril de 2014

Lista. (Vainilla y humo 7)




No había nadie. Y todo se podía perder si las cosas se separaban. Como las rectas que se cruzan una vez en un punto y luego siguen caminos distintos. Para no volverse a encontrar. Jamás.


Julio


Los médicos finalmente le dejaron entrar. Le hablaron con lo que parecían acertijos que en aquél momento no podía entender. Maldito vocabulario científico. Palabras mayores llenaron su cabeza siendo arrojadas por listillos de bata blanca. Le pareció escuchar algo sobre un lavado de estómago, la suerte que tenía de estar viva y el hecho de que no habían encontrado a nadie más para llamar que no fuese él. Pero simplemente le pareció oír eso pues la mente de Eric estaba a millas de distancia. Todo lo que realmente quería hacer era ver a aquella chia loca a la que hacía llamar amiga.

Recuerda discutir con ella al segundo de entrar en la habitación de hospital.

“Te lo diré y me odiarás, y no podría soportar que me odiases.” La voz de ella se había resquebrajado al decir esas palabras. Él sintió que sus puños se apretaban mientras la miraba fijamente.

Ella parecía más joven pero más rota. Como si alguien la hubiese dejado caer desde una altura terrible y ella simplemente se hubiese destrozado al impactar contra el suelo. Sus ojos tenían bolsas debajo de ellos y se veía más delgada. Bien no estaba, desde luego.

“Dime, Alaska.” Exhaló bruscamente, cerrando los ojos al hablar. “Dime porque ahora creo que ya te odio.”

Y con sus palabras, la oyó sollozar.

Levantó sus párpados para encontrar un par de lagrimas que trataban de ser controladas  en los ojos de ella mientras jugueteaba con sus dedos. Su corazón empezó a dolerle en el pecho.

“Cuando tenía dieciséis años me hice una promesa a mi misma.” Ella comenzó y él sabía que no sería capaz de pararse a escuchar todo ese asunto sin perder la cabeza. Simplemente lo sabía, por la expresión en el delicado rostro de ella.

Eric se sentó en un sillón de cuero junto a la cama, inclinándose hacia atrás de modo que su cabeza descansase sobre la pared.

“Me dije a mi misma que cumpliría una lista de cosas que quisiese hacer antes de suicidarme.” Ella tragó saliva ruidosamente mientras el interior de Eric se congelaba. Se sintió enfermo.

“¿Recuerdas que te dije que viví en África por un tiempo? ¿Y que monte en camello en una playa de Turquía? ¿Y que…”

“¿Has hecho todo eso por una lista?” Le escupió él, interrumpiéndola a mitad de su historia. Los ojos de ella se abrieron enormemente durante una fracción de segundo mientras él la miraba. Él estaba incrédulo, en un estado de shock con la boca abierta y sus ojos a punto de salirse de sus orbitas. “Crees que esto es una especie de juego?” Gruñó.

Era la primera vez que la había visto tan inocente y frágil. Ella se estremeció ante sus palabras, como si la hubiesen asustado. Y él esperaba que fuese verdad, él realmente lo esperaba, sintiendo como la ira hervía bajo su piel.

“No, yo sólo..”

No podía seguir escuchándola. No quería saber más. No quería saber que ella había planeado escapar de si misma tras completar una especie de lista de la compra de cosas que eran insignificantes si lo que haría después seria suicidarse. Su corazón latía dolorosamente en su pecho mientras se levantaba de su asiento.

“No puedes jugar a juegos como este, Alaska.” Gruñó. “No puedes usar a las personas para completar esa jodida lista retorcida tuya. Porque eso es lo que es, ¿no?” Rugió furioso. “¿Cuál era la número 9? ¿Eh? ¿Besar a Eric Campbell? ¿hacer que una estrella del pop de enamorara de ti para luego rasgar su corazón con 10 pastillas?”

Él no se dio cuenta de que sus propios ojos se habían llenado de lágrimas hasta que ya no podía verla. Su visión era borrosa por su culpa.

Ella se quedó en silencio por un momento. Toda la sala se quedó en silencio mientras él trataba de recuperar el aliento.

“Tu…” Ella empezó a hablar. Estaba mirando nerviosamente hacia sus manos, enredadas entre ellas en su regazo. “Tu… ¿Tu me amas?”

Él apenas se había dado cuenta de lo que decía pero ahí estaba, en campo abierto. Era algo que llevaba sabiendo desde hacia algún tiempo, no importaba si tan solo hacia unos pocos meses que se conocían. Él la amaba. Estaba seguro de ello porque con Alaska no existían las dudas, ¿verdad? Él no tuvo que reconsiderar nada cuando ella le pregunto esa maldita pregunta.

No se lo pensó dos veces.

“Sí.”

Fue corto y seguro y con toda la seriedad y sinceridad que pudo reunir. Él habló e hizo que ella diese un respingo por tan contundente respuesta.

Ella no hablaba, por lo que él vio caer las palabras de su boca antes de que su mente pudiese detenerlas. 

“No significa nada si te vas a ir a la mierda de todos modos, ¿cierto?”

Sus gélidos ojos azules se elevaron para encontrarse con los de él, y en ese momento él supo que tenía que marcharse. Había tenido suficiente de sus juegos , de sus farsas. No quería ser una jodida pieza más en su puzle. Él no era el chico en las portadas de las revistas y ella no era la que escribía los artículos. Se suponía que ella lo conocía mejor, se suponía que ella conocía a Eric, simplemente el chico del bar. Y se preguntó si había sido justo eso lo que había roto su corazón más aún.

Así que antes de que pudiese cambiar de opinión, se dio la vuelta y se fue.

Salió del hospital ese día, dejando a Alaska Decany atrás. 





(Entrada número 50 yaaay)







Do not let
your circumstances
define you.


Annie.



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