Muchos chicos son jugadores hasta que llega esa chica especial que los hace perder en su propio juego.
Mayo
Durante
esas pocas horas en las que estuvo sentado con ella en el bar, él se dio cuenta
de que no era solo otra chica.
“Creo
que debería decirte algo” Dijo él tras un tiempo de hablar de Dios sabe qué. Se
dio cuenta de que esa chica podía hablar durante horas y, de alguna forma,
nunca aburría. O por lo menos él nunca se cansó de oír sus palabras. La forma
en que sus labios se curvaban cuando sonreía o cómo chasqueaba su lengua al
pronunciar las “s”. Desde luego, él podría haberla escuchado hablar para
siempre.
“¿Y
de que se trata?” Ella sonrió, dirigiendo su copa medio vacía de Ron con Cola a
sus labios rosados. Sus ojos brillaban mientras la miraba, dándose cuenta de
que estaba el doble de borracho de lo que creía. La habitación daba vueltas
mientras intentaba agrupar las palabras en su mente para formar una oración
coherente.
“No
soy quién crees que soy.” Soltó un bufido.
Oyó
su risa y él sonrió de vuelta. Su sonrisa era contagiosa y lo había tomado por
sorpresa.
“¿Y
quién crees tu que yo creo que eres?” Ella lo acribilló con
esa complicada pregunta y Eric tuvo que fruncir las cejas y darse un pequeño
golpe en la cabeza con la mano antes de realmente entender la cuestión y
responder.
“Bueno,
soy Eric, el chico del bar.” Dijo arrastrando las palabras y echándose a reír
después de un minuto. No sin antes llevarse la cerveza de nuevo a los labios.
Sabía que Alaska estaba sonriendo. Lo sabía porque él estaba sonriendo, por lo
que ella debía estar haciéndolo también. Cuando volvió a mirarla se dio cuenta
que no se había equivocado.
“Entonces,
Eric del bar…” Bromeó ella,
inclinándose hacia delante para que él pudiese notar su respiración “¿Quién
eres?”
Ella
olía a vainilla, cerezas y humo.
“Estoy
en una banda.”
Él
esperaba que ella se riera, que hiciese algo. Quizás… ¿chillar y pedir un
autógrafo? Pero para su sorpresa, ella se quedó sentada en silencio a su lado
mientras se terminaba lo que quedaba de su bebida. Él levantó una ceja mientras
la observaba, estudiando la mirada indiferente que cruzó su rostro antes de que
se girase para mirarlo.
“Oh,
lo sé.” Dijo con una pequeña sonrisa.
“¿Lo
sabes?”
“Sip.”
Pero eso fue todo lo que dijo. Antes de que se diese cuenta, ella ya había
ordenado otra bebida. Él la miró con atención. Era agraciada, pero torpe. Ella
era un enigma que quería pasar toda la noche tratando de averiguar. Esos ojos
azul hielo estaban llenos de chispa y humor pero había algo sentado justo
detrás de eso, algo más profundo que no podía comprender.
Se
preguntó que debía estar haciendo una chica hermosa como ella en un oscuro bar
de las afueras sola. Seguramente había alguien que estaría con ella por la
noche. Seguramente habría alguien que se dormiría a su lado abrazándola y
teniendo el privilegio de verla despertar. Seguramente había alguien que amaba
a esa chica tan especial.
Un
par de copas más tarde, Eric estaba más allá del término “borracho”.
“¿Alguna
vez sientes que estás sacando la vista de lo que es importante?” Se burló él,
sin saber si lo había dicho en voz alta o si solo lo había pensado. Sabía que
ella le había escuchado aunque no sabía porque se lo había dicho. Se llevó la
botella de cerveza a sus labios una vez más y bebió un trago antes de dejarla
caer de nuevo sobre la mesa.
Él
estaba sudando por todas partes, sus ojos estaban nublados y su mente estaba
llena de pensamientos. Otra noche, se
dijo a sí mismo. No miró para ver si ella lo escuchaba. A él no le importó, simplemente
se limitó a seguir.
“Es
casi como… como si estuvieses perdiendo de vista a la persona que eres en
realidad.” Entonces él la miró, esperando un toque de humor en sus gélidos ojos
azules o una corta respuesta impertinente que le hiciese preguntarse porque
estaba abriéndose a esa chica por primera vez.
Pero
en cambio, cuando él se giró para mirarla, vio algo más. Algo completamente
distinto. Él no podía meter el dedo en la llaga, pero estaba seguro de que era
algo real, algo profundo. Debería haber reconocido esa mirada en sus ojos.
Debería haberse dado cuenta de la forma en que sus labios temblaban, como si
fuese a decir algo pero finalmente se hubiese mordido la lengua. Tendría que
haber visto la tristeza que cruzó sus facciones; pero con la misma rapidez con
la que había llegado, se había ido. La rubia extravagante estaba de vuelta y ya
preparaba una frase de remate en su alocada cabeza.
Él
nunca supo lo que Alaska estaba pensando en ese momento en el que sus ojos se
encontraron con los de ella, pero se dio cuenta de que si no se hubiese
sumergido tanto en sus propios problemas sin importancia, él se lo habría
preguntado y ella se lo habría contado.
There is so little time.
We need to make every moment count.
There is so little time.
We need to make every moment count.
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