Dicen que volver a salir con alguien que ha roto contigo es como volver a leer un libro; ya sabes como va a acabar. Ese pareció convertirse en el lema de todas mis amigas, pero no el mio. Yo nunca me he enamorado. Ni siquiera me ha gustado alguien. Aunque puede que con catorce años me este llegando la hora de que Cupido me dé con una de sus flechas, de momento no parece que tenga mucha puntería conmigo. No es que espere con mucha ansia enamorarme, pues veo corazones rotos por las calles, en casa, en libros, en series y hasta en canciones. ¿Por que todo el mundo dice que el amor es maravilloso si luego te toca llorar mientras ves pelis tristes y comes un bote grande de helado?
Mi hermana me dijo una vez que el amor te da energía, te sientes como que estás flotando en una nube de algodón de azúcar rosa, haces locuras y la felicidad aparece en cada rincón de tu vida. Pero luego lo ves con otra, se te rompe el alma, lo ves todo borroso y te despiertas después de la mayor y peor resaca de tu vida entera. Fue entonces, cuando la persona en la que más confiaba me dijo esto, que me pregunté: ¿el amor es una droga? ¿o algo peor? Me lo contó un domingo con lágrimas en el helado y el miércoles siguiente ya no estaba.
La encontré yo, en la bañera. Había mucha sangre y ni siquiera sabía de donde salía. Me pregunté como podía haber tantos glóbulos rojos en el cuerpo de una quinceañera. Grité. En ese momento tenía ocho años. Empecé a verlo todo borroso y me asaltó otra duda: ¿Era eso el final del amor? ¿Era eso el desamor?
Naia
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